Hay veces que una persona marca tu vida para siempre y ya nunca más puedes olvidarla, incluso aunque ya no exista tal y como la recuerdas.
Hablo de lo que puedo considerar como mi primera ruptura aún no habiendo sido mi novio, si no mi mejor amigo, pero tal y como nos comportábamos creo que yo fui su novia hetero luego de salir del armario. Discutíamos como un matrimonio de viejos, me trataba como un novio primerizo y me cuidaba como un buen marido. Siempre estábamos juntos desde primeras horas de la mañana hasta el último bus de hacía la distancia de un pueblo a otro.
Muchas veces solo cogía ese bus por la necesidad de un abrazo y nada más, luego podíamos pasar horas en silencio sin ser incómodo, podíamos filosofar de cosas profundas o simplemente hablar de cosas tontas, y sobre todo me encantaba apoyarme en su pecho y escuchar el latido de su corazón, una tontería, pero es algo que me gusta hacer desde niña lo de escuchar los latidos.
Adoraba esas tardes de películas en su salón con un paquete gigante de gusanitos, la cabeza de su perro apoyada en mi regazo y yo echada sobre su brazo.
O los dias que quedábamos temprano en la capital y nos dedicábamos a irnos de plaza en plaza sentándonos en bancos a ver pasar a la gente y hablar, y de recorrer todas las tiendas de comics hasta que daba la noche.
Fue un gran apoyo en una mala época y es muy posible que sea "culpa" suya que siga yo aún viva. Le di muchos disgustos y eso desgastó muchísimo nuestra amistad.
Y ahora solo me quedan muchos buenos recuerdos y un gran sentimiento de culpabilidad. Y a pesar de vivir a unos kilómetros de distancia ya no nos vemos nunca.
Pero puedo afirmar sin dudar un segundo que aquella fue la mejor época de mi vida hasta ahora.
Lo que siempre guardaré para mi como un tesoro fue la forma de conocerle, extraña y para nada habitual, quizá fue eso lo que nos unió tanto.
Hablo de lo que puedo considerar como mi primera ruptura aún no habiendo sido mi novio, si no mi mejor amigo, pero tal y como nos comportábamos creo que yo fui su novia hetero luego de salir del armario. Discutíamos como un matrimonio de viejos, me trataba como un novio primerizo y me cuidaba como un buen marido. Siempre estábamos juntos desde primeras horas de la mañana hasta el último bus de hacía la distancia de un pueblo a otro.
Muchas veces solo cogía ese bus por la necesidad de un abrazo y nada más, luego podíamos pasar horas en silencio sin ser incómodo, podíamos filosofar de cosas profundas o simplemente hablar de cosas tontas, y sobre todo me encantaba apoyarme en su pecho y escuchar el latido de su corazón, una tontería, pero es algo que me gusta hacer desde niña lo de escuchar los latidos.
Adoraba esas tardes de películas en su salón con un paquete gigante de gusanitos, la cabeza de su perro apoyada en mi regazo y yo echada sobre su brazo.
O los dias que quedábamos temprano en la capital y nos dedicábamos a irnos de plaza en plaza sentándonos en bancos a ver pasar a la gente y hablar, y de recorrer todas las tiendas de comics hasta que daba la noche.
Fue un gran apoyo en una mala época y es muy posible que sea "culpa" suya que siga yo aún viva. Le di muchos disgustos y eso desgastó muchísimo nuestra amistad.
Y ahora solo me quedan muchos buenos recuerdos y un gran sentimiento de culpabilidad. Y a pesar de vivir a unos kilómetros de distancia ya no nos vemos nunca.
Pero puedo afirmar sin dudar un segundo que aquella fue la mejor época de mi vida hasta ahora.
Lo que siempre guardaré para mi como un tesoro fue la forma de conocerle, extraña y para nada habitual, quizá fue eso lo que nos unió tanto.